
Diezmo Cristiano: ¿Qué Dice la Biblia Sobre el Diezmo?

El diezmo, una práctica arraigada en la tradición religiosa, a menudo genera preguntas y debates entre los cristianos. ¿Qué dice realmente la Biblia sobre el diezmo? ¿Es un mandamiento obligatorio para los creyentes de hoy? Este artículo se adentra en la historia bíblica del diezmo, desde sus orígenes en el Antiguo Testamento como parte integral de la ley mosaica, hasta su evolución y reinterpretación en el Nuevo Testamento.
Exploraremos cómo el diezmo funcionaba en el contexto de la antigua Israel, sus propósitos específicos y las implicaciones de su cumplimiento o incumplimiento. Luego, examinaremos las enseñanzas de Jesús y los apóstoles, analizando si establecieron un sistema similar de diezmo o si enfatizaron principios diferentes relacionados con la donación y el apoyo a la iglesia. Finalmente, abordaremos la práctica del diezmo en la iglesia moderna, contrastando las perspectivas legales y voluntarias, y examinando cómo los cristianos pueden aplicar los principios bíblicos de la generosidad y la mayordomía financiera en sus vidas.
- El diezmo en el Antiguo Testamento: Un Requisito de la Ley
- Propósito del Diezmo en el Antiguo Testamento
- El Diezmo en el Nuevo Testamento: ¿Obligatorio o Voluntario?
- Dar Según la Prosperidad: 1 Corintios 16:2
- Dar con Gozo y Voluntariamente: 2 Corintios 9:7
- El Enfoque Cristiano Moderno sobre el Diezmo
- Motivos Puros y Actitud de Adoración al Dar
- El Diezmo Hoy: ¿Bendición o Carga?
- Conclusión
El diezmo en el Antiguo Testamento: Un Requisito de la Ley
El diezmo, en el contexto del Antiguo Testamento, no era simplemente una sugerencia, sino un mandato divino integrado en la Ley mosaica. Dios instruyó a los israelitas a apartar una décima parte (10%) de todos sus ingresos, principalmente de las cosechas de la tierra y el ganado, como una ofrenda sagrada. Este diezmo estaba destinado primordialmente al sostenimiento del tabernáculo, y posteriormente del templo, así como al apoyo de los levitas, quienes no poseían herencia territorial y servían en el santuario.
No obstante, la práctica del diezmo en el Antiguo Testamento era más compleja que una simple contribución del 10%. Algunos estudiosos sugieren la existencia de múltiples diezmos, elevando la contribución anual potencial hasta un 23.3%. Estos diezmos adicionales se destinaban a otros fines, como el apoyo a los pobres, huérfanos y viudas, así como para celebrar fiestas religiosas y mantener la estructura social de la comunidad israelita. En esencia, el diezmo era un sistema económico y social complejo, diseñado para mantener el culto a Dios, apoyar a la clase sacerdotal y asegurar el bienestar de los más vulnerables dentro de la sociedad israelita.
Propósito del Diezmo en el Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento, el diezmo era un componente fundamental de la Ley mosaica, establecido como un requisito para el pueblo de Israel. Este sistema implicaba la entrega del diez por ciento de las ganancias de la tierra y el ganado, representando una forma de reconocimiento de la soberanía de Dios sobre todas las cosas y una expresión de gratitud por sus bendiciones.
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Más allá de un mero deber religioso, el diezmo tenía un propósito práctico y multifacético. Principalmente, servía para el sostenimiento del sacerdocio levítico, quienes no poseían tierras propias y dependían de los diezmos para su sustento y para el mantenimiento del tabernáculo, y posteriormente del templo. Adicionalmente, una porción del diezmo se destinaba a ayudar a los necesitados dentro de la comunidad, incluyendo a los huérfanos, las viudas y los extranjeros, actuando como una red de seguridad social en la antigua sociedad israelita. En esencia, el diezmo era un sistema integral diseñado para el sostenimiento del liderazgo religioso, el cuidado de los vulnerables y la reafirmación de la fe en la provisión divina.
El Diezmo en el Nuevo Testamento: ¿Obligatorio o Voluntario?
Tras la muerte y resurrección de Jesús, la perspectiva sobre el diezmo experimenta una transformación significativa. El Nuevo Testamento no establece un mandato o sistema legalista para el diezmo como el que se encuentra en el Antiguo Testamento. La Ley, incluyendo sus estipulaciones específicas sobre el diezmo, se considera cumplida a través de Cristo (Mateo 5:17). En lugar de una imposición de un porcentaje fijo, el Nuevo Testamento pone énfasis en dar de manera generosa y proporcional a la prosperidad individual. 1 Corintios 16:2 nos instruye a separar una ofrenda según lo que haya prosperado.
En lugar de una obligación impuesta, el dar en el Nuevo Testamento se presenta como un acto voluntario, motivado por el amor, la gratitud y la comprensión de las necesidades del cuerpo de Cristo. 2 Corintios 9:7 resume esta perspectiva al afirmar: Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre. El enfoque se desplaza del cumplimiento de una ley específica a una respuesta del corazón, impulsada por la gracia y el deseo de contribuir al avance del reino de Dios y al bienestar de los necesitados.
Dar Según la Prosperidad: 1 Corintios 16:2
En el Nuevo Testamento, la visión sobre las ofrendas y el sostenimiento de la iglesia experimenta un cambio significativo. Ya no se impone un diezmo legalista como en el Antiguo Testamento. En su lugar, se presenta el principio de dar según la prosperidad individual, un concepto clave encontrado en 1 Corintios 16:2. Este versículo instruye a los creyentes a cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo.
Este pasaje implica que la cantidad que cada creyente debe apartar para la obra del Señor no está predeterminada por un porcentaje fijo, sino que está directamente relacionada con la bendición económica que ha recibido. Se espera que aquellos que han sido más bendecidos den más, y aquellos que tienen menos den según su capacidad. La idea principal es la proporcionalidad: dar de manera justa y equitativa en relación con los recursos disponibles. Esta perspectiva libera a los creyentes de la carga de un diezmo obligatorio y los invita a una relación más personal y reflexiva con sus ofrendas, permitiéndoles participar activamente en la obra de Dios con un corazón generoso y agradecido.
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Dar con Gozo y Voluntariamente: 2 Corintios 9:7
El Nuevo Testamento, lejos de establecer un sistema legalista de diezmo, eleva el concepto de la ofrenda a un acto de adoración personal y desprendimiento. 2 Corintios 9:7 encapsula esta idea: Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre. Este versículo desmantela la idea del diezmo como una imposición y lo transforma en una expresión genuina de gratitud y amor a Dios. El dar debe surgir de un corazón motivado por la alegría y la generosidad, no por el temor a un castigo o la necesidad de cumplir una norma.
La clave reside en la libertad con la que se ofrece. No se trata de un porcentaje fijo grabado en piedra, sino de una decisión personal basada en la capacidad de cada individuo y su deseo sincero de apoyar la obra del Señor. El apóstol Pablo enfatiza que Dios no necesita de nuestras ofrendas, sino que las valora como una muestra de nuestra fe y nuestra disposición a participar en su reino. Cuando damos con alegría y voluntariamente, estamos honrando a Dios y experimentando la verdadera bendición del dar. Esta perspectiva transforma la ofrenda en un acto de gozo, no una carga pesada, reflejando un corazón agradecido y una fe vibrante.
El Enfoque Cristiano Moderno sobre el Diezmo
Aunque el diezmo, como un mandato legal específico, no es obligatorio para los cristianos bajo el Nuevo Pacto, la Biblia del Nuevo Testamento sí enfatiza la importancia fundamental de dar generosamente. En lugar de adherirse rígidamente a un porcentaje fijo, el Nuevo Testamento sugiere un principio de dar según la prosperidad de cada uno (1 Corintios 16:2). El enfoque se centra en dar según la capacidad de cada persona y las necesidades del cuerpo de Cristo, la Iglesia.
La ofrenda en el contexto cristiano moderno debe ser voluntaria, nacida de un corazón agradecido y movido por el amor. La clave reside en la pureza de los motivos y la actitud con la que se da. La ofrenda no debe ser vista como una obligación gravosa, sino como un acto de adoración, servicio y participación en la obra del Reino. 2 Corintios 9:7 nos anima a dar no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
Motivos Puros y Actitud de Adoración al Dar
El Nuevo Testamento, si bien no exige un diezmo legalista, sí recalca la importancia fundamental de la generosidad y la motivación correcta al ofrendar. El acto de dar debe estar arraigado en un corazón transformado por la gracia, impulsado por el amor y la gratitud hacia Dios. No se trata de una obligación impuesta para evitar la condenación o ganarse el favor divino, sino de una expresión genuina de adoración. El Señor observa el corazón del dador, no solo la cantidad ofrecida.
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Por consiguiente, la pureza de la intención es crucial. ¿Estamos dando para impresionar a otros, para aliviar nuestra culpa, o para manipulativamente influir en el liderazgo de la iglesia? Estos motivos corrompen el acto mismo de la ofrenda, despojándola de su valor espiritual. En cambio, deberíamos dar con un espíritu de humildad, reconociendo que todo lo que poseemos proviene de Dios y que estamos simplemente devolviendo una porción de lo que ya nos ha sido dado. Este espíritu de mayordomía responsable transforma el acto de dar en una oportunidad para honrar a Dios y edificar su reino, contribuyendo a la satisfacción de necesidades y al avance del evangelio.
El Diezmo Hoy: ¿Bendición o Carga?
Aunque la Biblia no impone el diezmo como una obligación para los cristianos del Nuevo Pacto, la práctica sigue siendo un tema de debate y reflexión en muchas iglesias hoy en día. La cuestión central reside en si el diezmo se experimenta como una bendición, una oportunidad para participar en la obra de Dios y manifestar gratitud, o si, por el contrario, se percibe como una carga financiera que genera ansiedad y resentimiento. La respuesta a esta pregunta a menudo depende de la comprensión bíblica del creyente sobre la gracia y la mayordomía, así como de la manera en que la iglesia enseña y administra los recursos donados.
Cuando el diezmo se presenta como una obligación legalista, desprovista de un entendimiento del corazón y la libertad en Cristo, fácilmente puede transformarse en una carga. El creyente podría sentirse presionado a dar por temor a la condenación o a la pérdida de bendiciones, en lugar de motivado por un amor genuino hacia Dios y un deseo de apoyar Su obra. Por otro lado, cuando se entiende como una expresión de adoración, gratitud y compromiso, el acto de dar, ya sea el diezmo o una ofrenda generosa, se convierte en una bendición tanto para el dador como para la iglesia. El enfoque se desplaza del cumplimiento de una regla al cultivo de un corazón generoso y la participación activa en el Reino de Dios.
Conclusión
La Biblia presenta una evolución en la práctica del dar. En el Antiguo Testamento, el diezmo era un mandato específico dentro del marco de la Ley Mosaica, diseñado para sostener la infraestructura religiosa y atender las necesidades sociales de Israel. Con la llegada de Cristo y el Nuevo Pacto, el enfoque se traslada a una entrega más basada en la gracia y la voluntariedad.
El Nuevo Testamento no impone un porcentaje fijo como el diezmo, sino que insta a los cristianos a dar con generosidad, proporcionalmente a sus ingresos y con un corazón agradecido. La clave reside en la motivación: dar no por obligación legal, sino por amor a Dios y al prójimo, contribuyendo así al avance del Reino y el sostenimiento de la Iglesia. El acto de dar debe ser una expresión de adoración y servicio, realizada con alegría y desprendimiento, tal como 2 Corintios 9:7 lo expresa.
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Idealmente, el diezmo, o cualquier forma de contribución financiera, debería ser una fuente de gozo y bendición tanto para el que da como para el que recibe. Desafortunadamente, la realidad en algunas iglesias dista de este ideal, convirtiéndose a veces en una carga o incluso una fuente de manipulación. El llamado a la generosidad cristiana debe estar siempre enmarcado en la libertad, la transparencia y la comprensión de que Dios ama al dador alegre.
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